Boring Morning — Libre

Elliot vagaba por los pasillos del internado con tanta facilidad como si fuese su propia casa y es que él ya se encontraba encerrado ahí dentro desde hacía ya un mes. Tiempo suficiente para que supiese donde estaban todas las instalaciones del lugar, donde las personas frecuentaban y donde se encontraban los lugares donde nadie se asomaba o donde podía estar plácidamente echado tocando la guitarra, como en el jardín por ejemplo.Salió del pabellón que le había asignado en un principio cuando llegó y camino por los pasillos mostrando algunas caras raras a quien se atrevía a mirarlo a los ojos directamente, un comportamiento que había adoptado desde su llegada este 'Sitio para locos', como él le calificaba comúnmente.

De camino pasó por la enfermería y vio a una niña pequeña corriendo de aquí para allá asegurando que el hombre de la bolsa iba por ella para comérsela. Elliot sonrió de lado y se puso en cuclillas para hablar con ella  – ¡OH! ahí viene el hombre de la bolsa a buscarte – exclamó en gritos haciendo que la muchacha saliera corriendo asustada por todo los pasillos. Él por lo pronto se fue silbando y a paso tranquilo hasta el exterior como si no hubiese visto nada.

Se tumbó en el césped panza arriba y se quedó observando como las nubes pasaban por el cielo. ¿Divertido? No, para nada, pero en este sitio lo único que podía hacer era molestar a los demás o pasarse el tiempo encontrándole formas a las nubes. Dejó su guitarra a un lado para tocarle si le apetecía luego.

Caminaba tranquilamente por uno de los pasillos, silbando bajito, cuando vi a una niña pequeña gritando asustada algo sobre el hombre de la bolsa.
- Tranquila, pequeña - Le dije, abrazándola y tratando de calmarla. Ella me sonrió con los ojos llorosos, y me dijo que un ''chico grande'' la había asustado-. Es un tonto, nadie te hará daño - Hice una mueca parecida a una sonrisa, triste de haberle mentido. La pequeña, más tranquila, siguió caminando.

Salí hacia el jardín, pensando en quién podría haber sido tan malo como para querer asustar a una niña pequeña.
- No entiendo por qué no se meten con alguien de su tamaño - Dije en voz alta, sin darme cuenta. Cualquiera podría haber sido. Después de tanto tiempo en ese lugar, pudo ver y conocer la locura y el enojo de los otros internos. Negué con tristeza. ¿A dónde iba el mundo?

Estaba tumbado en el césped mirando las nubes de forma pacífica hasta que oyó la voz de una fémina un poco más elevada de lo usual. Elliot se irguió un poco para ver a joven de cabellos azules. – ¿Qué pasó, arándano? – preguntó notando la indignación en su rostro. – ¿Algún grandulón se metió contigo? – se dio el gusto de preguntar mientras se sentaba en el césped para verle mejor. No creía que hablara de lo que acababa de pasar con la pequeña porque no la vio por los pasillos cuando atemorizó a esa niña que estaba convencida de que el hombre de la bolsa estaba yendo detrás suyo. – Aunque meterse con alguien más pequeño siempre es más fácil – confesó con un leve encogimiento de hombros diciendo simplemente la verdad.

Escuché que alguien me llamaba arándano y sonreí de costado. Recordaba mucho algunas cosas que me decían el la secundaria; bueno, antes de perder los estribos y pelearme con cada uno que decidiera hacer o decir algo.

Me di vuelta hacia esa voz y lo miré, algo extrañada por lo que me había acabado de decir.
- Bueno, no, nadie se metió conmigo... Sino con una niña pequeña - Le expliqué, acercándome a él-. Salí de mi cuarto, hice algunos pasos y la pobre estaba atemorizada - Suspiré-. No entiendo como la gente es capaz de hacer éso. Pobre pequeña.
Nunca me gustó la violencia. Bueno, en estado sobrio. Cuando estaba sobria, repudiaba cualquier hecho de violencia y agresión. Trataba de no meterme, porque también si defiendes a alguien, puede terminar en otra pelea.  Siempre trataba de mantenerme al márgen. Aunque esa niña era pequeña y tenía que tranquilizarla, tampoco tenía ganas de meterme contra el agresor. No quería problemas.

Comencé a pensar en lo que me había dicho.
- Sí, lo más fácil es meterse con alguien más pequeño... Eso te hace más cobarde también; si te metes con alguien más pequeño, no tienes probabilidades de perder - Dije pensativa, casi diciéndomelo a mí misma. Recuerdo -las pocas cosas que recuerdo- que, cuando peleaba, siempre me metía con gente de mi tamaño, y así salía. Muchas veces llegaba a casa muy lastimada, pero al menos no agredía a gente más pequeña que  yo.

Volví a mirar al chico.
- Lo siento, estaba pensando en algunas cosas que viví en algún momento - Parecía que ése momento estaba a millones de años luz-. Soy Alexandra - Me presenté-. Puedes llamarme Alex si quieres... O arándano - Le dije con una sonrisa.

Oh. Entonces ella si había presenciado lo que pasó antes con la pequeña niña de ojos saltones atemorizados. – Algunos le encuentran diversión a ello – dijo con parte de la verdad. – Pero sí, pobre pequeña – agregó cínicamente como si él no estuviese al tanto de lo que había pasado anteriormente – Los niños se asustan de nada, quizá no era para tanto ¿no? – preguntó ajeno al asunto como si recién se estuviese enterando de todo. Pero vamos, que si él no la molestaba seguramente la niña de cabello castaño se hubiese atemorizado con los gritos de algunos de los pacientes que parecían tener más asimilado el grito que el acto de respirar en sí. No tenía remordimientos por haberlo hecho, después de todo era simplemente porque estaba aburrido y nada más.

Se quedó mirando un momento a la muchacha tratando de mantener los ojos moderadamente abiertos porque le estaba dando el sol en ellos, algo extraño considerando el clima del lugar. – Es cierto, si, pero piensa que quien se mete con alguien pequeño seguro luego se la devuelven por otro lado. Siempre hay alguien mas grande que uno que te apaliza – confesó sabiendo que a él tampoco le dejaban en paz a veces. De hecho de niño era el blanco de sus compañeros algunas veces porque se burlaban de su falta de memoria. Unos idiotas.

– Suele pasarme – se encogió de hombros sabiendo lo fácil que era perderse en un momento del pasado. – Arándano me gusta más, me agrada tu cabello – comentó mirándole ahora que la tenía más cerca. Hacía buen contraste con sus ojos. – Elliot – se presentó mirándole con un ojo cerrado por el brillo del sol. Se movió a un costado con cuidado de no aplastar su guitarra. – ¿Cansada de estar dentro también?

- Sí, tal vez la pobre pequeña esté exagerando. Sobretodo aquí - Dije, mirando el edificio-. Creo que este lugar pone a todos un poco más susceptibles - Suspiré. Sabía que este lugar era lo mejor para mí, pero tampoco lo amaba o amaba estar ahí adentro. Era un encierro. Simplemente un encierro con un montón de gente loca que te podía dañar en cualquier momento. No era bueno estar ahí, aunque estuviera alejada de mi familia.

Negué con la cabeza y la mano al escucharlo hablar de peleas y peleas.
- No me gustan las cadenas de peleas - Dije-. Estoy en contra de la violencia - Era parcialmente cierto. Cuando estaba borracha hasta había intentado matar a su propia hermana. Pero no era así cuando estaba sobria-. Prefiero no hablar de éso. No me gusta la violencia, las agresiones y demás... Soy una persona pacífica - Bueno, la mayor parte del tiempo pensé.

Sonreí al escucharlo decir que le agrada mi cabello.
- ¡Gracias! Es uno de mis colores favoritos... Sí, a veces uno necesita estar al aire libre. Me gusta salir y dibujar, pintar, escribir, esas cosas - Levanté mi cuaderno de dibujos para que lo viera. Siempre lo tenía bajo el brazo. Era mi escape de la realidad.

Lo observé y vi que tenía una guitarra a su lado-. ¿Una guitarra? ¿Tocas? - Pregunté. Amaba la música; siempre me tranquilizaba.

El castaño asintió sabiendo que así era. Todos parecían estar más susceptibles allí dentro y la verdad que no los culpaba porque estar encerrado era un asco, aunque desconocía las razones de los demás internos ¿por qué? A veces era mejor no enterarse porque algunas historias eran bastante... fuertes, por así decirlo y otras algo estúpidas. 

Levantó las dos manos en son de paz cuando Alexandra dijo que prefería no hablar de eso. – Entonces no hablemos de eso – aseguró Elliot mientras tomaba con las manos el cuaderno que la peliazul le tendía. Comenzó a ver las páginas y elevó las cejas al encontrar algunos bastante buenos. – Tienes talento eh – dijo mientras pasaba cada vez más lento para apreciarlos mejor. – Yo no puedo hacer ni una casita – admitió devolviéndole el cuaderno cuando terminó de darle un vistazo general.  

Tomó por instinto la guitarra cuando le preguntó eso y asintió. – Sí, aprendí de niño y jamás pude separarme de ella. Me agrada tocar la guitarra y más cuando estoy enojado o algo, suele quitarme el mal humor – admitió acariciando las cuerdas con delicadeza emitiendo un sonido bajo al hacerlo.

Sonreí levemente al escucharlo decir que no hablaríamos de éso. Me caían bien las personas que no hablaban de violencia. Algo medio extraño en un psiquiátrico. Era bueno encontrarse gente así en el medio de este lugar.

- ¡Gracias! - Dije con una sonrisa más grande, al tomar de nuevo el cuaderno. La verdad era que no se lo había mostrado a muchas personas, y estaba feliz de que le gustara-. No suelo mostrarlo a muchas personas - Reí al escuchar el comentario de la casita-... Puedo enseñarte si quieres, pero la verdad, es más que nada inspiración y dibujar lo que sientes. A veces los dibujos que hago son abstractos, muchos colores sin ningún tipo de patrón... Todo sirve. - Me encogí de hombros.

- ¿Puedes tocar algo? Me encanta la música - Pregunté, sentándome a su lado. Estar parada bajo el sol era bastante cansador. Aunque comenzó a correr un poco de viento-. Solía cantar de pequeña, pero creo que nunca tuve gran talento - Admití. Siempre me apasionó la música, solía cantar para mis padres pero ellos habían dejado de lado esa parte de mí al comenzar los problemas de Helena, así que lo dejé de hacer.

Le pareció un poco extraño que no se lo enseñara a los demás, pero supuso era algo personal suyo. Ella volcaba sus cosas en la pintura como él en su guitarra, era comprensible. – Deberías, me ha gustado el segundo, el que tiene muchos colores – admitió con la vista en las cuerdas de su adorado instrumento mientras la escuchaba. – Pero ya tienes talento, al menos algo. Yo si me pongo a pintar cosas abstractas seguro piensan lo hizo un niño de jardín – se rió brevemente antes de que ella le pidiera eso. Se le quedó mirando un instante pensando en una respuesta. – Supongo que podría. Tampoco soy de mostrar mucho, pero te lo ganaste considerando tu me mostraste tu cuaderno – mencionó volviendo la vista a la guitarra. Era lo justo ¿no?

Comenzó a tocar la introducción de Wish you were here de Pink Floyd, uno de sus temas favoritos y de hecho el primero que aprendió a tocar. Su voz acompañó a la melodía suplantando la voz de David Gilmour.

Sonreí al escuchar decirme que debería mostrarlo más. Tal vez, algún día, se lo pueda mostrar a mis padres. O a Helena, ella comprendería el dibujo. Tal vez, si se me pasaba el enojo contra ella, podríamos tener una relación de hermanas normal. Quién sabe.

- Gracias- Le dije al decirme que no solía mostrarlo, pero lo iba a hacer porque yo le mostré mi cuaderno. Era un trato justo. Me caía bien este chico, tenía que admitirlo.

Comenzó a tocar Pink Floyd y sonreí de costado. Reconocía esa canción donde sea. No recordaba si la había escuchado yo, o si era por mi padre, pero me gustaba mucho, y hacía demasiado tiempo que no la escuchaba o cantaba.
Me quedé callada escuchando sus acordes, su voz y su música. Era hermoso. Todo lo que tenga que ver con algún sonido de algún instrumento era hermoso.

How I wish, how I wish you were here. We're just two lost souls swimming in a fish bowl, year after year... - Cantaba bajito, para hacer un pequeño acompañamiento a la voz de Elliot.

A Elliot le encantaba tocar la guitarra desde que aprendió como hacerlo y hacerlo al aire libre era algo aún mejor porque se escuchaba de otro modo, uno que a él parecía gustarle bastante. Sus dedos rasgueaban las cuerdas. Le gustó que la voz de la peliazul le acompañara. De hecho los dos habían llamado un poco la atención de las otras personas que estaban paseando por el jardín también.

Newell tocó los últimos acordes terminando la canción, pero no alejó la guitarra de él. – Hacemos buen equipo – aseguró sonriendo de medio lado. – Y como ahora estás de mejor humor, lamento tener que quitártelo, pero yo me metí con la niña más temprano – confesó sonriendo de modo completo. – Que ocultar cosas no va conmigo. 

Sonreí de costado mientras terminaba la canción. Sí, hacíamos un buen equipo.
- Sí, tienes razón - Dije con una sonrisa. Miré al rededor y vi que algunas personas nos observaban. Negué rápido con la cabeza, divertida. La gente encontraba cualquier cosa para observar a los demás.

Me quedé callada al escuchar lo que me decía. No me lo imaginaba molestando a los demás, y menos después de lo que me había dicho. Suspiré. Todos tenemos nuestro lado malvado. Y yo lo sabía mejor que antes.
- Bueno... Gracias por ser sincero conmigo - Le dije despacio. Volví a suspirar... No era algo que me esperara pero... Vamos, estamos en un psiquiátrico, nadie acá está cuerdo o libre de pecados. Ni siquiera los propios doctores.

- ¿Puedo preguntarte algo.. un poco personal? - Le dije, después de haber estado callada unos diez segundos-. ¿Por qué estás aquí? - Pregunté con curiosidad-. Si no quieres responderme, no hay problema - Agregué rápido. Sabía que había mucha gente que no quería hablar de la razón de su hospedaje.

En realidad pensó que reaccionaría mal diciéndole algún insulto o incluso golpeándole el brazo o algo, pero simplemente suspiro. Bueno, juzgar a las personas no era nada bueno y Elliot solía hacerlo muy a menudo, pero se equivocó un poco respecto a Alexandra. De hecho dejó el tema de lado para adentrarse en otra cosa. – Adelante, pregunta – dijo Elliot dándole libertad para preguntar lo que quisiera, aunque estaba casi seguro de que sería. Todo mundo dentro de ese sitio preguntaba lo mismo y él a veces inventaba una respuesta para cada uno, pero como estaba de buen humor y ella realmente no parecía tan extraña como los demás que aseguraban ver cosas que no existían, decidió ir con la verdad una vez que escuchó la pregunta que ya se había hecho idea de que cuestionaría.

– Tengo lagunas mentales. Pierdo la memoria a veces y no recuerdo ciertas partes del día – respondió con la verdad. – Por eso decidieron traerme aquí, aunque siendo sincero, no veo ni un puto cambio en nada porque sigo perdiendo la memoria con la terapia y las pastillas así que no veo el caso de estar aquí, pero dicen que el procedimiento es lento y blabla – aseguró negando con la cabeza. – ¿Y tu? ¿por qué decidieron encerrarte, arándano? – preguntó de regreso dejando de ver las cuerdas de su guitarra para ladear la cabeza y ver el color azul del cabello de su acompañante musical.

Asentí despacio, escuchándolo, y no pude evitar soltar una risita. Podría decirse que me pasaba exactamente lo mismo. No recordaba ciertas cosas, o las recordaba después.
- No creo que sirva mucho nada - Dije, reflexiva-. Creo que con las pastillas lo único que hacen es acallar el problema, lo que te pasa; si es que en algún momento logran hacerlo. Y si para, en cuanto dejes de tomarlas, volverá. Creo que quieren que logremos una dependencia total a toda esta mierda - Negué con la cabeza. No estaba a favor de las miles de pastillas. Pensaba que solo generaban dependencia y eso era lo que querían los médicos. Dependencia total para quedarnos en este lugar y no salir.

- Bueno... Tengo problemas con el alcohol - Le conté-. Me pasa lo mismo cuando estoy alcoholizada, no recuerdo nada... Una vez me dijeron que casi mato a mi hermana, y que soy violenta y esas cosas - Suspiré-. Así que en lugar de llevarme a Alcohólicos Anónimos decidieron traerme acá.