Morning Walk [LIBRE]

Las terapias de grupo eran mierda, completamente mierda. No me gustaban porque nos hacían hablar, ¿qué clase de persona hacía hablar a alguien que no quería? Simplemente no quería hablar, así que decidí salir, los pasillos me llevarían a algún lugar. Caminé descalzo, el piso estaba frío. Estaba descalzo porque odiaba ponerme los zapatos, nunca me había gustado ponerme algo en mis pies, se supone que debería de ser libre, ¿no? Pero en cambio estaba en éste lugar, un lugar que no me gustaba, un lugar que hacía que tus sueños se pudieran convertir en pesadillas.

El pasillo se veía eterno, no le veía llegar a algún lugar, así que di la vuelta a la derecha. ¿Era yo o se veía luz? Eso era algo imposible, en este lugar no había luz, más que la de las lámparas colgando del techo, pero era luz blanca. Muy pocas veces veía luz amarilla porque mi habitación estaba en el último pabellón, así que la luz era algo que cuando la veía, era como magia. Caminé un poco más rápido, quería llegar hacia allá.
Cuando llegué, la puerta estaba cerrada, así que tuve que agarrar un clip que siempre traía conmigo, lo agarraba cuando me sentía nervioso y empezaba a jugar con él. Metí el clip en el cerradura y lo moví, hasta que sentí el clic. Abrí la puerta cuidadosamente, no quería abrirla toda porque sino se vería toda la luz reflejada en el piso y alguien sabría que estaba allí. Me salí silenciosamente y cerré la puerta.

Mis pies tocaron el heno que estaba tirado por todo el establo, ¿establo?¿tenían un establo aquí?¿cómo es que no lo sabía? Me adentré un poco más en el establo, hasta que vi caballos, ¿porqué querrían caballos aquí? No me importó responderme las preguntas y caminé sobre el heno. Se sentía bien sentir algo que no fuera un piso frío.
No había muchos caballos, pero tampoco tenían pocos. Miré por todo mi alrededor, tenían caballos cafés, negros, grises, en fin, variedad. Me llamó la atención un caballo, en su lomo tenía a un gato negro. Decían que los gatos negros daban mala suerte, pero a mí se me hacían geniales. Lo que más me gustaba de ellos eran sus ojos. Me acerqué hacia el caballo con el gato en su lomo y lentamente acerqué mi mano al gato para acariciarlo.

El gato estaba tenso, lo sabía porque lo podía sentir cuando lo estaba acariciando. Su piel estaba suave, bueno, aunque la piel de todos los gatos estaba suave, ¿no?  
Miré al gato otra vez, era la cuarta o quinta vez que lo veía, no se me pasaba la idea de que tuvieran un establo aquí, encima de todo, había un gato negro, ¿sería de alguien del personal?, peor aún, ¿del doctor?  No me importaba responderme las preguntas, por lo menos no ahora, pero después haría de todo para responderlas, no me podía quedar así.
Me acerqué al caballo en el que el gato estaba recostado, acerqué mi mano hacia el caballo y lo acaricié. Al caballo le dio satisfacción eso, pues movió un poco su cabeza para un lado, claro, no hablaba el lenguaje de los caballos, pero sabía que le había gustado. Quité mi mano algo brusco, no es que me hubiera dado asco o algo, sino que mi mano respondió de ésa manera. Me volteé y miré hacia los otros caballos, vaya que eran bonitos, ¿se los dejarían montar a los pacientes? Luego preguntaría en la recepción sobre las actividades del lugar.

Se estaba haciendo el silencio en el establo, pero se escuchó un maullido. Me volteé hacia el gato de inmediato, me había asustado, pero en vez de enojarme o responder de manera agresiva hacia el gato, acerqué mi mano y lentamente lo acaricié otra vez.
Le quería hablar al gato, en serio lo quería hacer, pero, ¿cómo? Muy apenas hablaba con mis padres. Miré directamente al gato, inspiraba confianza, se veía bien. Le hablaría.
-Ho-hol-hola- dije tartamudeando. Sólo esperaba algo, no haber asustado al gato.

El gato estaba ronroneando, eso significaba que le estaba gustando. Tampoco era como si supiera mucho sobre gatos, sólo sabía que si ronroneaban, les estaba gustando lo que hacías, y si maullaban, te estaban hablando, ¿no?
El gato maulló después de que le hablé, supuse que eso fue su respuesta. Ya no estaba tan nervioso para hablarle como antes, pero los nervios no dejaron por todo mi cuerpo.
-¿Vie-vien-vienes se-seguido a-aquí?- dije tartamudeando, parecí un imbécil, lo sé, pero no soy yo, sino los nervios que no se alejan de mí. Esta vez al hablarle no estaba mirando directamente al gato, sino que estaba mirando al piso, como siempre. Quería levantar mi cabeza y mirarle al gato, pero no pude. Me quedé con la cabeza agachada, como de costumbre.

Me había hablado, lo había escuchado. El gato me había hablado. Levanté la cabeza algo brusco y lo miré. Retrocedí un paso mientras lo miraba. No lo estaba mirando directo a los ojos, sino más bien a su cara. Fruncí el ceño y respiré una buena bocanada de aire, segundos después, la dejé ir.
No había hablado por tres minutos porque seguía en shock. Por fin parpadeé normalmente y bajé mi mirada al suelo. ¡Venga! Aquí venía el parpadeo rápido...
-S-si, son m-muy bonit-bonitos. ¿Có-cómo te lla-llamas?- dije tratando de cambiar el tema. Quería saber cuál era su nombre, quería, ¿conocerla?

¿Luna? Entonces eso significaba que era gata, no gato, como le había estado llamando en los minutos anteriores. La gata bajó del caballo dando un gran salto, ¡vaya que daba grandes saltos! Se puso en frente de mí, más bien en frente de mis pies y levantó la cabeza. Me preguntó mi nombre y se sentó en sus patas traseras.
-Na-Nate- dije, pero volteé a mirar hacia arriba, no podía verla a los ojos, incluso si tan sólo era una gata, para mí era alguien y me ponía nervioso verla a los ojos. -¿Y có-cómo es qu-que habl-hablas?- le pregunté un poco tímido. No quería sonar tan brusco. Me interesaba saber cómo es que era una gata y hablaba.

Me había dicho que antes era como yo, ¿cómo?¿también tartamudeaba al hablar? -¿Có-cómo que an-ant-antes er-eras como yo? O s-sea, ¿hu-hum-humano?- pregunté tratando de sonar casual, ¿era humano? No sabía la respuesta aún, pero supuse que era eso. Y sino era eso, pues quería saber la respuesta.
Seguía mirando hacia arriba, la verdad es que miraba a un punto cero del establo. No había nadie, más que los caballos, Luna y yo. Miré a los caballos, no se me debía de olvidar preguntar por el establo en la recepción.
-No, no s-soy pir-piróma-pirómano- dije y sonreí. Mi único problema era el que tartamudeaba como un estúpido en exceso. En ése momento, sólo en ése momento, me alegré de no ser un pirómano. -Las ter-terapi-terapias de gr-grupo s-son mierda- dije sonando un poco enojado, no es que quisiera sonar así, pero es que así sonaba cuando hablaba de las terapias, en serio las odiaba.

-¿Y qu-qué pas-pasó?¿Exp-exper-experimen-experiemnto fa-fallido?- pregunté un poco avergonzado. Las palabras largas eran las más difíciles de decir, las podía repetir hasta siete veces, pero sólo la octava sería la buena.
Lo del experimento se me había ocurrido porque este lugar me recordaba a un laboratorio que había visto en una serie de TV, y la otra razón era porque no se me ocurría nada que le pudo haber pasado a Luna.

¿Terapia de electrochoques? Eso no sonaba bien, no me gustaba imaginarme a mí en una de ésas, aunque ni sabía que eran. La verdad era que no me gustaba ver cosas violentas en la televisión, así que cuando vivía en L.A, me la pasaba viendo programas sobre los animales, documentales sobre la segunda guerra mundial, y lo que más me gustaba, series de comedia.
-¿Y s-son fe-feas? Di-digo, las ter-terapi-terapias de elec-electro-electrocho-electrochoques- dije, como siempre, tartamudeando. Había tartamudeado la última palabra varias veces. -Lo si-siento- dije, pero después me di cuenta de que ella no sabría el porque de mi disculpa. -Por lo de tar-tartam-tartamud- ¡mierda! No iba a terminar la frase, ojalá y Luna supiera lo que quise decir, porque no pensaba terminarlo.