The beginning of madness (privado)

Ya llevaba un tiempo en el psiquiátrico de Winchester adaptándome a esta modalidad de vida, en que  los doctores viven en las instalaciones del hospital. Por un lado tienes la oportunidad de un control cercano y a toda hora  del paciente. Sin embargo, extrañaba a mi familia y amigos y no podía quitarme la sensación de escalofríos que me produjo el primer vistazo que di al edificio. Era innegable su belleza arquitectónica, pero tenía una aura que podía llegar a erizarte los pelos.

Hoy era el gran día, bajo la supervisión del doctor Tanner atendería a mi primer paciente. El día anterior había pedido su ficha para llegar preparada y no verme sorprendida en el momento sin saber cómo actuar. Me reuní media hora antes con mi profesor quien me dio algunos consejos y explico algunas normas de seguridad. Me había quedado helada, el profesor no entraría junto a mí a la consulta, sino que estaría tras un vidrio observando mi desempeño.

Di un último suspiro antes de girar la manilla e ingresar a la consulta, tratando de dejar tras de mí la ansiedad y las nauseas que había tenido minutos antes. – Buenos días, señor Gardner, soy la doctora Elena Kuznetsova y desde hoy seré yo quien se haga cargo de su terapia- la ansiedad aun seguía, pero aun así trate de dar una sonrisa a mi paciente y pudiéramos comenzar un proceso terapéutico juntos.

Las misma habitación con sus paredes desnudas, inmueble escaso pero preciso para dos personas y la ventana de fondo, eso era todo lo que acaparaba la sala de terapia, con su única diferencia de que hoy, una de las paredes había sido cambiada por un espejo de pies a cabeza. Algo nuevo, fue lo que pensé mientras merodeaba observando por todos lados, alerta.

Eran muy pocas las razones por la cual cambiaban las cosas, una de ellas era por los obsesivos, no se permitían ni un solo movimiento que no estuviera programado lo que resultaba bastante…molesto; y otra razón, la cual me hacía más sentido, es que iba a suceder algo y eso me aterraba. Desde que ingresé al hospital (o prisión, mejor dicho) nada bueno ha salido de aquí. Por más que he exigido que me tengo que ir porque tengo muchos asuntos que resolver, nadie responde de vuelta.  

Entonces y de improviso, al fin se abre la puerta. Me pongo en modo de defensa, preparado para lo que sea que venga. Sin inmutarme me mantengo en mi asiento analizando a la nueva intrusa. No era el Dr. Tanner, mi psiquiatra de cabecera desde que había llegado a parar aquí, sino otra persona. Desvié la vista hacía la pared más cercana, aferrando de los brazos del sillón mientras buscaba calmar mi respiración. No estaba bien, nada de esto pintaba bien.

El escaneo de mi paciente no me tomo por sorpresa, es algún común en las personas. Tienden a tomarte como un peligro como el enemigo, por lo que no repare más allá en eso. Me preocupe, en cambio, de hacer un rápido análisis de mi paciente, algo común entre los profesionales. Nos fijamos en muchos detalles que para muchos serán vánales, pero que a nosotros nos entregan mucha información.

Me sorprendió que aunque conocia toda la información de Matthew Gardner, quien estaba frente a mi pasaba por una persona totalmente funcional, tenía una excelente presentación personal, una mirada centrada. Me tome unos segundos en eso, deje unas carpetas sobre el escritorio y me dirigí a un sillón individual, tome asiento. Me preocupe de dejar mis manos a la vista y mis pies sin cruzar. – Bien señor Gardner, ¿listo para comenzar?- note la tensión que mostraban sus brazos aferrándose a los brazos del sillón- ¿se encuentra bien?- mi primer instinto fue acercarme, pero luego recordé lo que los profesores siempre nos decían “evitar hasta el mínimo contacto con los pacientes, no sabemos cómo puedan reaccionar” por lo que me quede en mi sitio.

Sin poder evitarlo seguí cada uno de sus movimientos observándole de soslayo. No era el único que tomaba atención a todo, ella también realizaba su escáner personal y porque no, si a quién tenía en frente no era otro que un loco más. Por eso se sentaba así, por eso me hablaba así, por eso me preguntaba esas cosas. De pronto me sentí con un gran poder, como si mi sola presencia fuera mayor a la suya y le intimidara. Ahogue la sonrisa con un gesto de negación a modo de respuesta de su pregunta, quitando de paso las manos del sillón y juntándolas sobre mis rodillas.

-Bien, bien- dije al fin atreviéndome a mirarle de frente. Pero no duré ni medio segundo cuando debí volver a cambiar la vista a otro punto, aquel día en aquella sala se encontraba una mesa al costado con algunas flores sin motivos aparentes. Nadie dejaba cosas que podrían ser peligrosas para nosotros o para los demás, pero ahí estaba. Ahora, ese insignificante objeto pasó a ser dueño de mi atención.

Podía notar que a pesar de su respuesta, algo le intranquilizaba. A pesar de analizarme por un momento no me miraba a los ojos, comportamiento extraño ya que en este momento soy una extraña, algo fuera de lugar en su rutina… quizás hasta un peligro para él. Aún así rehuía de mis ojos y se enfocaba en un florero que había pedido trajeran a la consulta, quizás había logrado mi objetivo dar un poco de vida a las estériles consultas psiquiátricas.

-Algo de lo que desee hablar señor Gardner- trataría de no imponer el típico estilo de terapia en que recitas una tras otra preguntas pauteadas, quería que fueran mis pacientes quienes de a poco fueran hablándome de sus vivencias y así ver en que podía ayudarles.

A decir verdad, el florero no era una pieza de colección, simplemente uno comprado quizás en alguna de esas tiendas mayoristas de decoración y las flores podían ser sacadas del patio, sin embargo era lo único en que mantener la vista. Me estaba costando el doble de trabajo mantener la atención en otra cosa que no fuera el florero, la extraña (que ahora tenía nombre; Elena), insistía en forzar una conversación que no estaba dispuesto a tener.

-Donde está…- dije sin volverme a ella-El doctor Tanner?- respondí a su pregunta con otra, tan cortante y directo como fui capaz de articular.

No confíes en ella, me decía una voz tan clara y real como si alguien estuviera detrás de mí. Está mintiendo, algo quiere, no es doctora.

Aferré con fuerzas de mis rodillas, obligándome a permanecer con la vista fija en el florero pero éste había desaparecido, en su lugar no había nada, ni florero, ni mesa, ni pared. Nada.

te están engañando, insistía la voz y yo le fui creyendo.

Las palabras salían de su boca duras y cortantes. No esperaba una bienvenida con flores y confeti, pero algo sucedía con este paciente no me miraba a los ojos, en ningún momento de los que llevábamos en estas cuatro paredes, mantenía su vista fija el florero. Hasta cuando pronuncio esa breve pregunta no me enfoco, seguía mirando los liliums amarillos del florero. Sus manos aferraron sus rodillas con demasiada fuerza, incluso sus nudillos palidecieron por la fuerza usada.

-El doctor Tanner está al pendiente de esta sesión, no tiene que preocuparse puede hablar conmigo y tener la misma confianza que con él. Todo lo que diga se mantendrá en secreto entre nosotros, solo el doctor Tanner tendrá conocimiento de lo que sucedido en estas sesiones. Así juntos y con su cooperación podremos ayudarle- Con estas palabras trataba de que se lograra un poco de confianza de su parte, ya llevábamos varios minutos de sesión y no habíamos avanzado mucho, su resistencia hacia mí era alta y debía romperla por el bien de la terapia.

Me fui hundiendo en el respaldo mientras las voces seguían haciendo de lo suyo. Por más que hubiese querido batallar, las derrotas eran demasiadas para intentar vencer lo invencible. Ellas habían conquistado la última cuota de racionalidad que me quedaba. Mi boleto de huida ya no existía.

-…Él…- comencé trémulo, sin tener una sola frase coherente en mi cabeza para poder continuar. No podía creer una sola palabra que venía de ella, ni de las voces, ni de mí mismo. Estaba entrando en pánico. Un sudor frío escaló por mi espina dorsal, atascándose en mi nuca y descendiendo en ondas magnéticas que me retenían en aquella silla. -Me tengo que ir, esto está mal-sin esperar que me fuera a responder, porque seguramente me retendrían ahí, me levante de golpe buscando la salida.

De pronto, aquel movimiento brusco despertó algo en mi interior. No alcancé a llegar a la puerta, no había puerta, no había nada, la habitación giró en colores y cuando al fin logré mantener la atención en un punto fijo, yo ya no era el mismo.

Me sobre salte con su reacción, mi corazón comenzó a palpitar con más rapidez y por unos segundos no supe cómo actuar. Todas mis anteriores prácticas con pacientes reales habían sido en un ambiente controlado, con un enfermero en la puerta, profesores y compañeros tras el espejo y el paciente sedado con medicamentos que aletargaban su cuerpo, pero no sus ideas.
Me levante de mi asiento al mismo tiempo que lo hizo el, también me quede casi petrificada en mi lugar mientras el parecía sopesar sus vías de escape. De pronto algo pareció haber cambio en él. - ¿Señor Gardner, que le sucede?- esperaba obtener alguna respuesta de su parte, pero necesitaba solucionar esto con rapidez – Puede volver a sentarse, juntos podemos hacer que esta terapia sea de provecho para usted- esta vez fui mas directiva tratando de poder terminar de buena manera esta sesión.